ÚLTIMA ENTREVISTA A GUILLERMO BORJA (MEMO)

Palabras que no tienen desperdicio.

Extractos de Última entrevista a Guillermo Borja
13 de mayo de 1995 por Sergio René de Dios Corona, periodista mexicano.

(…) En esa época se juntaban María Sabina, gentes así, conocidas como mujeres poderosas. Otra señora se llamaba Pachita, que ya murió también. Entonces, no se me puede olvidar a qué generación pertenezco. No la generación de una rebeldía… una rebeldía de otra manera, la rebeldía sin causa, pero tampoco había una causa qué buscar entre nosotros. Era, yo lo siento, que era el bienestar humano, personal, pero al mismo tiempo de grupo. Había una preocupación de la comunidad. Rocquet tenía unas comunidades allá, con los mixes, en la sierra de Oaxaca. Oswaldo tenía unas comunidades allá con los huicholes. O sea, había un interés. María Sabina hacía lo mismo. Todas estas gentes, siempre, yo las veía ahí, y así me colé. Con Salvador, pues, un maestrazo, pero nunca enseñó nada. Y Oswaldo igual. A todos los que te he mencionado, a mí nunca directamente me enseñaron, ‘decir esto’, ‘se hace por esto’, ‘esto es esto’, ‘esto lo otro’. Siempre ellos, bueno, éramos un instituto; yo era el más chiquillo, el más tonto. Daba clases el doctor porque se lo pedían mis compañeros. De hojas y esquemitas, pero yo no entendía ni madres, papacito. Yo me callaba, porque me daba un poco de pena. Porque yo (decía): ‘estoy deveras tapado’. Bueno, pero yo no soltaba a ninguno de mis maestros, papacito. Y toda mi participación, aparte de las sesiones que ellos dirigían en sus institutos, mi enseñanza, verdaderamente, era estar atentos a ver qué quería mi maestro; que si quería un café, que si había que llevar a los niños a la escuela, que había que llevarlos a la peluquería, que teníamos que salir porque se tenía que llevar un material, que se le estaba publicando un libro… así fue. Y en cada uno de ellos, así fue. Pero yo, lo que me interesaba, era la actitud. Hay una palabra que no me gusta mencionar: el manejo del poder. La habilidad, la calidad, que no se le escapaba nadie. Todos, unos clínicos brillantísimos. Roquet era el único universitario, pero todos los demás que te mencioné… Oswaldo, él también no era universitario. Los demás, analfabetas. Analfabetas de lo que pretendemos, que es el conocimiento…

(…)  Y así lo fui tomando como algo natural, pues eso es lo que haces nomás. Muy sencillos, estas gentes. Todos mis maestros han sido siempre gentes muy simples, muy sencillos, muy directos. Limpios, liberados de la culpa, de la represión, de los prejuicios, principalmente. Y así fue. Después, aquí entra en esto Claudio (Naranjo). Él es una persona muy diferente a nosotros. Claudio es un erudito, de muchísimos conocimientos, tanto orientales como occidentales. Lo que se llama un erudito, erudito. Yo lo considero un sabio. Es lo que es la erudición, en otra palabra. Un hombre muy puro, muy transparente. Muchas veces yo lo acusé de que tenía una actitud de desprecio hacia gentes, que tú sabes cómo terapeuta si alguien llega así, con un problema quién sabe qué, como que se ablanda el corazón. Bueno, vamos a echarle una mano. No lo fumaba (Claudio), papacito. Decía: ‘oye, híjole mano… Claudio: pero ¿no se te hace deshumanizante lo que haces? No, es que no se me ocurría nada’. Sí, esa es la actitud de él: no se me ocurría nada. Me costó muchísimo trabajo entender eso. Me acuerdo cuando murió un amigo mío. Yo estaba aquí, en Guadalajara. Un derrame cerebral. Y, pues, salí corriendo. Ya estábamos ahí, en el velorio, y mis amigos, los discípulos de Claudio, estaban encabronadísimos con él. Y yo les dije: ‘¿Por qué compadre? ¿Qué pasó? Dice: ‘se me hace increíble que no haya ido a acompañarte’. Y dije: ‘pues a mí no me importa que no venga. Sí, así fue. ¿Deveras no? No porque me hubiera estorbado (Claudio); no, no, de ninguna manera. Estaban muy molestos, dos de ellos. Entonces, cuando ya terminó la ceremonia y me fui con él: ‘¡Hola Memo!’ Se levantó, estaba en un curso, a saludarme. Y ahí estábamos platicando. Dice: ‘oye, quiero hacerte una pregunta: ¿estás enojado conmigo? No, Claudio, ¿por qué? Pues porque han insistido tanto estos que te tenía que ir a ver, y a mí no se me ocurrió ir a verte. Dije: ‘qué bueno que no fuiste, porque me hubieras estorbado’. ‘Me lo supes’, dijo. Entonces, era como otro trabajo totalmente diferente a estos otros maestros que he tenido. Pero, mira, he tenido muy buen ojo para localizar maestros, pero esto no puede ser… ¿cómo fue el tu inicio de la pregunta? Esa vocación, no… La vida me los pone enfrente. Como que uno se enchufa, se encuentra, pero no se busca…

-¿Un maestro no se busca?

– No, ni el amor tampoco ¿eh? (Sonríe). El amor no se busca. Se pueden buscar las ganas de tenerlo, las pretensiones de vivir acompañado. El encontrar, bueno, pues, eso que siento aquí. ¿Qué?: híjole, ‘cuántos años solo’, qué sé yo, un rollo de esos. Puedes sumar todos los pensamientos que he dicho: son actos egoicos. No son de amor. No es como estas gentes que andan compulsivas en los cursos o leyendo libros o buscando a los maestros. Carlos Castaneda es la misma línea. Y yo no, no he buscado nunca un maestro; me han caído. ¿Por qué? Pues, mira, es muy fácil decir: ‘porque Dios me quiere’ o ‘tengo un ángel’ o… pero no, no me calza. Pues, ¿por qué me tocaron a mí? Pues, porque me tocaron. Sí, sí, sin ninguna otra pretensión. Hombre, me hubiera encantado decir: ‘mira, es que yo pertenezco a una tradición y en la última reencarnación pues ya me tocaba’. Se oiría muy bonito. Y hay muchos locos, pretenciosos terapeutas, que se la avientan así. No, no, no, no. Yo siempre les he dicho a mis maestros que yo nunca les he entendido nada, incluyendo a Claudio. Nada, nada de lo que dicen. Y ninguno se ha atrevido a decirme que ¿por qué estoy ahí? No lo cuestionan en lo más mínimo. Lo único es que les digo que yo he aprendido de estar ahí, a un lado de ellos, nomás para ver que a uno le gustaba dos cucharadas de azúcar y a otro, no, y rururun… eso sí, era una persona atentísima, que era estar atento a sus necesidades y a los horarios que ellos necesitaban. Y como yo sabía cuánto le duraba la energía de cada uno de ellos, aunque te parezca loco lo que digo, uy, tenía que administrarla. Y me escuchaban, me escuchaban. ‘¡Ay, qué bueno que ya llegaste Memo!, ¡vámonos!’. Entonces, así fue.

 

“(…) Ser claro y directo. Sin adornos, sin rollos, sin intelectualizaciones. Uno sabes que uno es un mentiroso de asco. Porque nadie se atreve a decir lo que piensa. Y andar uno adornándole, callándose, pero yo no creo que el callarse se logre transformar en verdad. ¿O sí? O que el callarse y mentir se logre transformar en salud. Si tú te callas algo con tu mujer o tu hijo o tu jefe, qué sé yo, una de serie de cosas, sale por un lado de la peor manera. Pero de que sale, sale. No hay posibilidad de que lo asimile uno o que tenga una buena digestión, y que no haya conflicto. La mayoría de los conflictos es por callarse… desde niño…

 

(…)  la gente tiene mucho miedo, pero vamos a ver: si yo expreso, o tú, lo más temido: ¿Qué es? ¿Cuál es lo peor, así, que tiene uno que callarse? porque, bueno… Una tontería o prejuicio, ahí, que todavía se lo sigue creyendo y el pobre ni sabe que tiene un prejuicio. Toda la cosa inconsciente, y que las repuestas que él cree que está dando, no es él, no es él. El trabajo es larguito.

– ¿Cuáles son los principales obstáculos que regularmente tú descubres a través de una persona, un paciente o un discípulo en este proceso de autoconocimiento? ¿Por dónde se va atorando? ¿Por dónde se va saliendo o por dónde va avanzando?

– Bueno, independientemente de que cada quien tiene un toque individual, algo muy individual: bueno, yo creo que el miedo es el más fuerte. El miedo, y el miedo hay que encubrirlo, ¿no? Hay que pintar la fachadita, que no se le note, pues, que tiene miedo. No solamente es miedoso, sino encima falso. Porque imagínate la cantidad de energía que tiene que invertir para que el otro se lo crea, que está cagado de miedo. Pero es terrible la falsedad, porque la falsedad es lo que se necesita para encubrir el miedo, pero ningún ser humano acepta que es falso, porque todos traen las banderitas de la autenticidad, de ser así, íntegros. Bueno, para eso hay un mecanismo, hay que matar a la sensibilidad.

– Eso no lo entendí….

– La falsedad les sirve a las personas para que no noten los demás que son falsos, que son auténticos. La falsedad es como las películas, el personaje, y que los buenos actores o actrices logran convencer al público del personaje. Bueno, pues eso es lo que hacemos. Y luego ahí, como nadie quiere sentirse falso, inauténtico, entonces tiene otro mecanismo, que es la muerte de la sensibilidad, la muerte del amor, la muerte del afecto; del propio, para empezar. Bueno, pues, ya tiene la vida solucionada, ¿verdad?: Ni sabe que es miedoso, ni se le nota que es miedoso ni siente que es falso…. Terrible.

– ¿O sea que vivimos en la mentira?

– Total.

– ¿Y se trata de que el terapeuta le haga ver al paciente que él vive en la mentira?

– Que es falso, cobarde. Hay nueve maneras de huir; más bien dicho, hay nueve formas de no vivir.

Ahí son tres las que ya dije.

– ¿Los nueve del Eneagrama?

– Ándale, son las nueve maneras, pues, de no sufrir.

– ¿No sufre, pero sí sufriendo en el fondo?

– Claro, claro. Sí, sin trabajo nadie se infarta; digo todos se van a infartar. Bueno, dije eso nomás, pero lo que son las enfermedades psicosomáticas, el no éxito en los negocios, el fracaso afectivo ¿Qué mas? Bueno, hay tantos, los males del mundo.

– ¿Este tipo de neurosis se acrecienta en periodos como el que vivimos, de crisis total de valores, económica, política? ¿Cómo repercute esto a nivel de individuo, internamente?

– Mira, la humanidad, si tú haces un poco de historia, nunca ha estado bien. Bien en lo que nos gustaría. Y parece ser que existen épocas de la humanidad, con unos periodos específicos, de ese proceso de germinación y crecimiento de la humanidad, como en las plantas o en la evolución del mono hacia el ser humano, que se tardan décadas, centurias, para que suceda otra época. Claro, lo que vemos es espeluznante. Pero se considera que es necesario porque en el próximo periodo la humanidad va a estar ya preparada para no destruirnos. ¿Cuántos nos vamos a tardar? No lo sé, pero aun estas crisis y todo esto yo lo considero al revés: Son clases, son clases de análisis, de introspección, de fortalecimiento interno. Y yo no veo que hay responsabilizar a nadie. No sé cómo parezca porque lo digo yo, pero yo creo eso: La humanidad nunca ha estado bien. (…)

 

Extractos de la página de facebook: La locura lo cura.

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Publicado originalmente en avenida24.com

Autores del post: Agnieszka Stepien y Lorenzo Barnó (Haiki)

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